miércoles, 26 de febrero de 2014

Android "agitado, no removido"

Algunas claves de los 'forks', el arma de Nokia-Microsoft y de Amazon para posicionarse en el ecosistema móvil a costa del Android de Google

Comenzamos con un poco de James Bond, que al fin y al cabo no deja de ser un espía geek en versión de Ian Fleming. Como sus Martinis, estos forks ("Fork, Android fork") podrían ser un Android "agitado, no removido".

Puesto en jerga informática, el concepto de fork o bifurcación -los informáticos prefieren el término inglés- es la creación de un proyecto de software en una dirección distinta de la principal u oficial tomando el código fuente del proyecto ya existente. En esta edición del MWC de Barcelona uno de los proyectos más esperados es el conocido en Nokia como Normandy, por el cual la empresa originariamente finlandesa, posteriormente adquirida por Microsoft, desarrolla una versión del sistema operativo Android, promovido por Google en alianza con una larga lista de competidores de Microsoft y de Nokia. Son sus modelos X, X+ y XL, que presentan en este video. Como se supone que Android es un sistema operativo open source, cualquiera puede hacerse con él y modificarlo a su conveniencia, por lo que no se plantean problemas legales, aunque ello no significa que todo Android sea igual de abierto, como puede leerse en un reciente artículo en Ars Tecnica.

¿Nokia "Forkenstein"?

En las siguientes líneas voy a tratar de ayudar a entender qué hace una chica como Nokia en un sitio como Android. Es decir, si Nokia acaba de ser comprada por Microsoft, quien a su vez apuesta por su propio sistema-plataforma de Windows RT/Windows 8, ¿cómo se explica que se pase a Android de este modo?




Lo primero que necesitamos entender es hasta qué punto llega el fork de Nokia, es decir, hasta qué punto se separa de Android. A falta de experiencia suficiente, el propósito de Nokia consiste en ofrecer, por el momento solo en sus aparatos de gama más baja, acceso al vasto mundo de aplicaciones Android compatibles hasta la versión 4.2., cuyos desarrolladores descartan trabajar para Windows por su baja cuota de mercado. Microsoft-Nokia rediseña la capa exterior de su fork de manera que la interfaz -escritorio, menú principal, iconos de aplicaciones...- parezca por fuera más un Windows que un Android. Nokia ofrece su propio mercado de aplicaciones Android -acceso vedado a  Google Play Market so pena de tener que rootear o alterar el terminal y, entre otras cosas, perder la garantía del fabricante- en el que se supone que se darán de alta los mismos desarrolladores que ya venden apps en Google Play Store. Entretanto, Nokia parece dispuesta a permitir también el acceso al mercado de apps Android de Amazon. Hay que decir que Amazon es quien mayor éxito ha conseguido con su propio fork de Android, que funciona en sus dispositivos Kindle Fire.

Visto lo visto, es ocioso esperar una explicación de Nokia que justifique el movimiento con razones lógicas. Para empezar, ya ni siquiera hablamos de la misma Nokia que, hace casi cuatro años, nombró  al canadiense Stephen Elop, su primer consejero delegado no finlandés, para salir del atolladero comercial en el que estaba. Elop puso Nokia patas arriba, echó a la mayor parte de su talento, redujo a microscópica su cuota de mercado, la dejó en manos de Microsoft, desmontó todas las tecnologías propias de la finlandesa, y ahora Microsoft le pone al mando de su division de XBox, tal vez agradeciéndole los servicios prestados y confiando en que su división de videojuegos es lo bastante sólida como para resistir la falta de inteligencia emocional corporativa de Elop.


Los mejores contenidos, para los teléfonos más baratos: vaya estrategia

Aún así, es ineludible hacerse algunas preguntas muy básicas: si el problema la versión móvil de Windows es su falta de apps y su solución un fork de Android, ¿por qué dar solo a los teléfonos de gama baja de Nokia la opción de acceder a la mayor parte de los contenidos disponibles, dejando a los dispositivos, Lumia, de gama media-alta, de más de 300 euros en el páramo vallado de la plataforma Windows de apps?




Otra pregunta, no menos enjundiosa, es: ¿cómo esperan los señores de Microsoft convencer a los desarrolladores para que pongan a la venta sus aplicaciones en su tienda? ¿Realmente funcionan las aplicaciones para Android en Normandy tal cual, o habrá que cambiar un par de líneas de código para que sean válidas en el nuevo entorno? ¿Y será solo "un par", o serán más? ¿Será capaz el fork de Nokia de seguir a Android en su evolución futura?

Otra pregunta: ¿Hasta qué punto le interesa a Google esta proliferación de forks en torno a Android?Tal vez dependerá de quién sea el autor del fork. Google posee más de un 90% de la cuota de mercado en el negocio de búsquedas Web por móvil, y es evidente que en la hibridación entre las partes abiertas y las propietarias de Android se halla buena parte del secreto de este éxito. El fork de Amazon no amenaza a las búsquedas de Google, pero con Nokia puede ser otra historia. Sería lógico que Microsoft hiciera lo propio en su fork para colocar en la capa más visible del sistema a su buscador Bing, así como sus propios sistemas de mapas, que compiten en ese terreno con Google y con Apple. Veremos hasta qué punto encuentra la solución técnica idónea.



Alguien tendrá que defender al usuario
Ah, y una última consideración. Antes o después nuestras eximias autoridades europeas de la competencia deberán analizar a fondo lo que supone la utilización de pequeñas barreras técnicas, de mínima pretensión funcional, para impedir el acceso libre de los usuarios a contenidos. Podríamos llamarlo, en argot de expertos, jardines vallados 2.0. Ya sé que Google es muy grande y poderosa, y que no le vendría mal algún coscorrón en forma de multa de la UE,  pero me pregunto si cualquier fabricante de terminales móviles, se llame Amazon, Apple -lo hace desde siempre en su iOS-, Nokia o como sea, tiene derecho a restringir el acceso de dispositivos a una tienda de aplicaciones y/o contenidos, oficial o no, por el mero hecho de defender su posición comercial. ¿O es que nadie recuerda el caso Internet Explorer-Windows, que tanto dio que hablar en su momento en Europa y en Norteamérica? ¿Hay alguien ahí para defender a los pobres usuarios finales, indefensos ante tanto código y tanta amenaza de retirar la garantía del fabricante a quienes se atrevan a rootear (Android) o a hacer un jailbreak (iOS) de sus terminales? De nuevo nos lleva al interesantísimo asunto de la regulación pública -las plataformas, con milones de usuarios, se han convertido en espacios privados- de la conducta de las plataformas móviles. 

domingo, 23 de febrero de 2014

Director de diario, un oficio de riesgo (2)

Nuevos modos para un nuevo entorno

En treinta años han cambiado tantas cosas para la prensa escrita... lo vemos en el modelo digital de distribución de contenidos, en los hábitos de lectura, en el modo en el que los clientes comerciales han transformado sus expectativas respecto de los impactos y en el modo en que los miden. También han cambiado la manera en que las diferentes divisiones de un grupo mediático se apoyan entre otras: algunos lo llaman sinergías de grupo. Se traducen en una estrategia constante de venta cruzada entre unos medios y otros, que colocan recíprocamente como noticia lo que en realidad es poco más que publicidad de los propios productos o las propias acciones. Ni Unidad Editorial Ni Vocento, por ejemplo, han sido ni elegantes ni eficaces en este tipo de actuaciones, que ponen siempre a prueba la cohesión interna del grupo y hasta las afinidades personales entre los directivos de las diferentes divisiones. PRISA-El País-la SER fue durante años la referencia, hasta que su público se sintió abusado por la venta cruzada: el suplemento de cultura de El País se asemejaba más a un boletín interno de novedades del grupo editor que a una colección de críticas literarias: algún crítico perdió su puesto de trabajo por no disfrazar de indulgencia su disconformidad con alguna novela publicada por la casa editorial dueña del periódico; la agenda de viajes de Cebrián-Berggruen -el nuevo dueño de la casa- por Iberoamérica y por Europa puede seguirse a través de las páginas de cultura y de política del diario, donde a veces se ofrecen entrevistas con mandatarios y con ex que son auténticos trabajos de spa periodístico; la sección de espectáculos solo tenía ojos para las películas producidas o coproducidas por alguno de sus Sogealgos. Por no hablar del penoso espectáculo del periódico en los sucesivos enfrentamientos legales por el control de los derechos audiovisuales del fútbol.

La nueva venta cruzada y la vida en la trinchera
En el nuevo entorno las cosas son menos sutiles. Quien da ahora las lecciones es el señor Casals, factótum del grupo multimedia de Planeta llamado ahora Atresmedia. Fijémonos solo en un detalle. Francisco Marhuenda, director de La Razón, hasta hace poco persona no demasiado conocida fuera de un reducido círculo de personas del mundo político y profesional, es ahora la luz pepera de Trento,  el martillo de los herejes que no comulgan al cien por cien con las tesis del gobierno español, lo que le sitúa en la pole position de cara a una eventual fusión de la prensa de la derecha de toda la vida -léase ABC y La Razón-. El personaje Marhuenda es un tipo faltón -no se corresponde con la persona Paco Marhuenda,  tipo educado y hasta simpático, no necesariamente encantador pero tampoco ese doberman insolente que representa-, que se ha ganado el estatus de faro del oficialismo pepero gracias a su presencia permanente en los debates de La Sexta, donde se bate el cobre todos los sábados por la noche frente a la más granado del argumentario de la izquierda y el centro-izquierda español. La españa reaccionaria reconoce a quien habla por ella en el canal que se reclama de la izquierda y se reconoce en sus descalificaciones. Nada más efectivo en los tiempos que corren. Nada de sutilezas.


De este modo, en un momento de apoteosis del periodismo de trinchera, el lector de derechas se identifica con Paco Marhuenda, director de La Razón. A su lado, al director de ABC lo conocen en su familia y poco más. Si hay que hablar de unir fuerzas entre ABC y La Razón y reconciliar a las dos ramas de hermanos separados bajo una sola cabecera, Marhuenda -y su grupo mediático- parten con la ventaja de la dimensión mediática, frente a un Bieito Rubido director de ABC que, inmerso en la estrategia errática de su patrón Vocento, carece de un grupo de canales televisivos que le den perfil público. ¿Hay color?



Dicho esto, volvamos al punto de partida del primer post y a la pregunta del amigo Quico Ràfols: ¿qué les habrá prometido Rajoy? Mejor aún, ¿qué está en situación de prometer? En primera instancia, el gobierno Zapatero le ha dejado la herencia del desorden legal, descalificado por los tribunales, del reparto de canales de TDT, que en su reordenación -con reducción de canales incluida- pone en manos del ejecutivo del PP la necesaria solución. Primera cosa que puede poner el presidente sobre la mesa. Le queda también la publicidad institucional en el sentido más amplio de la palabra. Todos los gobiernos han usado y abusado del mecanismo.

Pues sí, Rajoy tiene qué ofrecer
Ahora, además, nuestros políticos del PP, a falta de las subvenciones directas a la prensa reclamadas en alguna ocasión por Cebrián, barajan el señuelo de la llamada tasa Google. Pongámoslo en términos del mundo no virtual: si un guía turístico, que algo cobrará de sus clientes directos por su trabajo,  advierte a sus clientes de dónde puede comer una buena paella en La Barceloneta, podríamos esperar que el hombre recibiera además alguna compensación del restaurante por el consejo. En Internet, y solo porque pasa en Internet, es el mundo al revés: si Google me indica cuáles son los sitios a su juicio -o al de su algoritmo de búsqueda- más adecuados para leer, por ejemplo, sobre la crisis de Ucrania, los diarios indicados no se conforman con figurar en una página donde se indica el acceso a la noticia con solo hacer un clic: encima quieren que Google les pague por ello, ya se a ellos directamente, ya sea constituyendo un fondo específico para la prensa.

Un ejecutivo como el que actualmente gobierna en España, con mayoría absoluta en el legislativo, se halla en la situación idónea para imponer esta y cualquier otra norma. Los editores podrían plantearse cómo monetizar los miles de accesos que les derivan cada hora los buscadores. Disponen de múltiples formas, desde el paywall hasta los modelos premium, pasando por las suscripciones a palo seco, la publicidad, etc., pero es mucho más cómodo que una ley, tal vez incluso con los votos de parte de la oposición, les ponga cada año unos milloncejos sobre la mesa. El recurso a la tasa Google es una nueva demostración de que no han entendido el reto que les plantea el lector digital.



Así que al final mi amigo no andaba tan desencaminado, ya sea con teorías de la conspiración o sin ellas. Al final, de lo que se trata es de controlar la libertad de prensa sin cargarse directamente el estado de derecho, y si puede ser con el dinero de los particulares mucho mejor que directamente con dinero público, que eso a los políticos con certificación ISO 9000 de liberalismo expedida por el partido siempre les parece mejor que recurrir directamente a los fondos públicos. Mal asunto

Director de diario, un oficio de riesgo (1)

¿Mártires de la libertad de información o víctimas de "quien a hierro mata"? Cada caso es diferente, pero hay un hilo conductor

Hace un par de días me llamó la atención un tweet de Quico Ràfols que decía: "En poco tiempo han caído los directores de La Vanguardia, El Mundo y El País. ¿Qué promete Rajoy a los medios para tanta sumisión".



Quico, periodista avant la lettre, que es amigo desde la época en que tenía (él) un Citröen dos caballos de primera mano, está empeñado ahora en un blog acerca de la libertad de la información que merece toda la atención que pueda recibir. Desde su posición de honrado dirigente sindical, de uno de esos sindicatos -el SPC, de periodistas- que están más allá de toda sospecha de corruptelas gremiales y chanchullos con el poder o con los sindicatos más representativos, Quico apunta a Rajoy. Y a mí me hace pensar en la contigüidad temporal de los tres despidos -José Antich, Pedro J. Ramírez y Javier Moreno-, incluso en el orden de los sucesos: primero a por los separatistas, luego a por los desleales, y después a por los otros. A los nuestros ni tocarlos. Pero de ahí a ver la mano de Moncloa, o principalmente esa mano, media suficiente distancia para que debatamos, una vez más, sobre qué o quién nombra y cesa a los directores de los medios. No es una discusión orgánica: ya sabemos que hay consejos de administración, consejeros delegados, etc. Estamos hablando de qué confluencia de fuerzas y de circunstancias conduce a la designación de directores de diarios, esos objetos con mayor caducidad que el pan de gasolinera y que, milagrosamente, siguen atrayendo a gente hasta esos cubículos callejeros repletos de condones, chuches, tabaco y coleccionables diversos denominados quioscos de prensa. ¿De prensa?

Antich-soberanismo+UDC-Caixabank/Javier Godó= Màrius Carol

Por partes. José Antich, primer director de La Vanguardia castellanohablante en varias décadas -siempre será de valorar su esfuerzo por hablar la lengua propia de su tierra-, resultó ser el estandarte del soberanismo periodístico en la ciudad de Barcelona, situación que deja los ojos a cuadros de los que observan con clichés anticuados la realidad de la Cataluña contemporánea. El caso es que, si algo ha caracterizado al diario del Conde de Godó ha sido la constante adulación hacia el sol que más ha calentado. Con el tándem Zapatero-Maragall/Montilla hicieron oposición proconvergente, llegó Mas a la Generalitat y el gobierno autonómico derramó subvenciones sobre su grupo, convertido ya en un conglomerado multimedia. A diferencia de otros, Godó, en la cúpula de Caixabank, hace muchos años que vive apartado de aventuras de endeudamiento temerario, lo que no le ha impedido edificar un grupo multimedia catalán de gran influencia, y al mismo tiempo hacer valer su influencia con un puñado de licencias en Unión Radio-PRISA. Tras la llegada del PP al poder español, Antich seguía dejando hacer al núcleo más soberanista de su staff, y  ni siquiera las reconvenciones explícitas e implícitas de UDC consiguieron cambiar el rumbo.



Tras la habitual secuencia de meses de rumores conspirativos, El señor conde entrega su veredicto: Màrius Carol, hasta entonces director de Comunicación del Grupo, es el hombre. Suspiros de alivio en Madrid y también en el todo Barcelona, ese núcleo pijo de la ciudad de los prodigios y sobre todo del gran jefe de la empresa, que recobra argumentos para seguir sentado cómodamente en la ejecutiva del grupo financiero de la estrella. Y es que los astros nocturnos a veces pueden dar también calor. Todo muy ideológico, pero cuidado: La Vanguardia perdió miles de lectores el año pasado -y fue de los menos perjudicados por la caída-, y algo había que hacer en una empresa donde probablemente trabajan los periodistas mejor pagados de España, y que se ha esforzado por eludir el recurso a los ajustes laborales en su vertiente más traumática. Así que algo había que hacer. Y al fin y al cabo CiU no puede permitirse cerrarle el grifo al Grupo Godó, así que tendrá que conformarse con un poco menos de jabón.


Pedro J., el fin del mourinho de los directores
El caso Pedro J. me parece al mismo tiempo más interesante. No he visto en la mundo de la edición de prensa en España en treinta años una mente más preclara: digo preclara, no honrada, creíble o veraz. Tiene in mente un modelo de periódico y lo lleva a cabo: lo hizo primero en Diario 16 y luego en El Mundo, a donde se llevó a la mayor parte de la redacción del primero. Le adoran muchos de los que trabajan a su lado y le detesta, cada uno con sus propias razones, casi el resto del mundo ¿El Mourinho de la prensa? Tal vez. Menos Zapatero -él sabrá por qué- todos los presidentes le han odiado o despreciado casi desde el primer día, y así se lo han hecho saber a los dueños del periódico, los italianos del grupo RCS. ¿Por qué esta vez habrían de ceder a las presiones del poder político cuando le habían ofrecido su respaldo en el pasado? A lo mejor porque se han cansado de perder dinero en su filial española por centenares de millones. Con ese importe de podría soterrar el AVE a su entrada a las ciudades de Murcia y de Lorca con aire acondicionado en los túneles; o se podría casi terminar la Línea 9 del metro barcelonés; o se podría poner en servicio cerca de la mitad de la T4 de Barajas, que eso sí que es dinero. Pedro J. se comprometió con monetizar los contenidos digitales de su periódico: lo intentó con varias estrategias, y nunca le salió; jibarizó los salarios de sus profesionales; jugó a las compras apalancadas con la operación Recoletos. Y al final, lo que quedaba del gran Pedro J. era una máquina de producir tinta roja en los libros de cuentas y un gigantesco obstáculo para la, tal vez posible, unión de los tres diarios de la derecha española. Caído por Bárcenas y asesinado por los rojos (los números). Casimiro G. Abadillo, su sucesor, es una incógnita, pero llega con una lección bien aprendida: ha visto las barbas de Pedro J. pelar y pretenderá no tener que poner las suyas a remojar en algún tiempo.


Javier Moreno: un carrerón que encuentra su límite

El del director de El País tiene otros tintes llamativos. Javier Moreno llegó a la dirección del diario en 2006, solo 14 años después de ser egresado de la Escuela de Periodismo de El País. Un carrerón para un Licenciado en Químicas: de la tabla de Mendeleiev a la cúspide del olimpo periodístico español en menos de tres lustros. Antes de mandar en El País había dirigido el económico de Prisa Cinco Días, donde demostró que no le temblaba la mano a la hora de ejercer despidos masivos y recortes salariales en su personal de talento. Las cuentas mandan, y parece que eso, unido a sus indiscutibles cualidades profesionales -a la dirección de El País no ha llegado nunca ningún zote en estado puro- convencieron a Cebrián, fundador y sempiterno director en la sombre de toda la orquesta, y a la familia Polanco en sentido amplio. Moreno gozó de los últimos compases de la opulencia publicitaria, tuvo que convivir con un Zapatero desafecto pero educado con el diario y, sobre todo, tenía encomendada la tarea de conducir a El País hasta los confines del universo de la Web 2.0. con tanta contención en costes económicos como en escrúpulos morales. El País practicó movimientos de ida y vuelta en la estrategia de muros de pago en su versión Web, y puso a su legión de profesionales a trabajar largas horas en múltiples versiones para el papel, la Web, les conminó a opinar en los blogs del periódico y, finalmente, despidió a más de 130 de los mejores, y lo hizo en condiciones morales y económicas indignas de los profesionales y de la reputación defendida por la empresa. El talento demostrado  ya no bastaba para seguir en la brecha: mayores de 50 años y periodistas con mala leche deben salir.



Todavía no entiendo como un medio como El País puede permitirse echar a la calle a profesionales como su editora gráfica Marisa Flórez, a mi juicio autora de las mejores imágenes jamás captadas en sede parlamentaria española. El diario tiene pérdidas operativas, sus lectores están desorientados -¿estamos con Rubalcaba o con el PSOE? ¿Defendemos los logros económicos del gobierno del PP? ¿Defendemos a ultranza la gestión de las zonas más turbias de la Casa Real?-, cada vez compran menos el diario, empeñado además en vendernos a la fuerza cosas que no hemos pedido -suplementos de viajes, estilo, etc...-, y mientras descapitalizan a la empresa de su talento -esos editores que tienen la boca llena de intervenciones elogiando el valor del capital humano y la experiencia de los profesionales en cualquier proyecto innovador, el señor Cebrián tiene asignado un salario de 13 millones solo superado por el CEO de Inditex.

Moreno cae tras haber pilotado la operación de innovación en el diario, los sucesivos ERE y recortes de salarios de los profesionales y haberse dejado credibilidad personal y profesional en el empeño. Pero de nuevo defenestrado por los rojos (los números rojos, se entiende), de otro periódico fracasado por el momento en su transición digital. Descanse en paz mientras Antonio Caño, un veterano señalado ahora por el dios local Cebrián como sucesor, toma las riendas. Pero el problema de El País no parece principalmente de orientación editorial, sino de claridad estratégica frente al reto del lector digitalizado. ¿Por cuánto tiempo conseguirán directores generales y consejeros delegados desviar la atención hacia el director y mantenerse en el cargo en esta situación? Están replicando el modelo que hemos visto siempre en las redacciones cuando algo salía mal y, a modo de caricatura decíamos: la culpa es del becario. Ahora las empresas son incapaces de posicionarse en el nuevo empeño y ofrecemos la cabeza del director de los contenidos. Ellos sabrán.



Eso sí, en los próximos tiempos se harán presentes en el accionariado de la empresa editora Caixabank y el Banco Santander. Parece que no les basta con lo que han perdido en sus aventuras inmobiliarias. ¿Tendremos que pagar también entre todos las consecuencias de su inversión en un proyecto como este?

Y después de todo esto pienso, retomando la pregunta de mi amigo Quico Ràfols: hay algo que prometa o pueda prometer Rajoy en este cuadro desolador? En la segunda parte de mi post trato de responder, con mayor brevedad, a algo de eso.

jueves, 20 de febrero de 2014

Facebook-WhatsApp: las intenciones de Facebook

Facebook ha pagado a WhatsApp 42 dólares por cada número de móvil de su base de usuarios
La compra de la aplicación de mensajería instantánea OTT WhatsApp por Facebook a cambio de 19,000 millones de dólares si sumamos todos los conceptos es una operación, solo por tamaño, gigantesca. Anñade, sin duda, aún más interés a la esperada comparecencia de Mark Zuckerberg la semana que viene en el Congreso de Móviles MWC de Barcelona.



Para los lectores no familiarizados con ciertos órdenes de magnitud en materia de dinero, con esa cantidad sobre la mesa podríamos comprar, a precio de hoy en bolsa, Vocento -ABC, prensa regional, algo de Telecinco...-, Atresmedia -La Sexta-Antena 3 y todo su conglomerado audiovisual, con Onda Cero-, Prisa -accionista fundacional, aunque minoritario, de El País, Sogecable, SER/Unión Radio..-, y Mediaset -Telecinco/La Sexta y todo lo que cuelga de ahí, incluída una jugosa participación en Sogecable-. Pero una vez comprado todo ello no habríamos gastado ni la mitad del dinero que, generosamente o no, pone sobre la mesa la plataforma de Mark Zuckerberg.



¿Por cuál de las dos partes comenzamos? Vamos con el adquirido. WhatsApp nació como una aplicación de mensajería instantánea que, aprovechando la eclosión del fenómeno smartphone en los mercados desarrollados -y muy particularmente en Europa- permitía el envío de mensajes instantáneos vía Web,. En la práctica, la calidad del servicio de WhatsApp y su interfaz se convirtieron en una alternativa a los siempre demasiado caros mensajes SMS, que durante años han proporcionado a los operadores móviles su negocio más lucrativo, al borde del fraude, si lo medimos en euro/Mb de información transmitida. Con WhatsApp, pasando por encima a la red telefónica convencional haciendo lo mismo de siempre, hacíamos uso de un servicio de mensajería over the top (OTT). El éxito del invento se puede medir por el número de usuarios: 450 millones de personas, con smartphones de diferentes sistemas operativos, incluído Blackberry, ahora destronado cromo rey de la mensajería OTT.

¿Ni medio social ni publicidad? eso era antes
A medida que los dueños de la empresa desarrollaban la aplicación la iban haciendo más social: fotos, archivos multimedia, grupos... Sin embargo, declaraban por activa y por pasiva su intención de no evolucionar hacia un concepto plenamente calificable como red social o, como a mí me gusta más calificar, medio social.


Facebook manejará dinero de sus usuarios finales
Otra opción estratégica de WhatsApp tenía que ver con la monetización: nada de publicidad y, a cambio de eso, una tarifa anual de 0,99 dólares o equivalente a partir del segundo año de uso.



¿Y el que compra? ¿Qué ha comprado y en base a qué criterios ha establecido el precio? Y, sobre todo, ¿qué es lo que pretende hacer con su compra y cómo encaja eso dentro de su estrategia?
En primer lugar, Facebook, que tiene una base de usuarios estimada en 1.500 millones, incorpora a su grupo datos de números telefónicos móviles activos en una magnitud de 450 millones. Viene a pagar del orden de 42 dólares por número de teléfono.

En segundo lugar, WhatsApp refuerza los servicios móviles de Facebook y en particular la mensajería instantánea. Posiblemente la adquisición de Instagram en 2012 por unos 730 millones de dólares le ha ido bien, aunque las operaciones son por tamaño incomparables.

Malo para Microsoft
En tercer lugar, la entrada de Facebook le permite no solo integrar servicios de las dos compañías, lo que cae por su propio peso, sino orientar la evolución futura de la tecnología y los servicios de lo que ahora es WhatsApp. ¿Tal vez hacia un servicio Facebook de telefonía IP? ¿Cómo habrá sentado la noticia en Skype, comprada hace tres años por Microsoft por 8.500 millones de dólares, y que posee su propio servicio de mensajería instantánea, mucho más popular en Norteamérica que en Europa? Para el recién llegado a la cúpula de Microsoft, Satya Nadella, por si no tuviera suficiente con todo lo que le esperaba, un nuevo dossier sobre la mesa esperando respuesta urgente. La evolución de WhatsApp tiene también connotaciones en cuanto a la monetización: ¿seguirá siendo de pago WhatsApp? ¿Lo cobrará Facebook? ¿Tiene Facebook planes para cobrar directamente a sus usuarios por los servicios que les presta?



Una cuarta consideración me viene a la cabeza: a diferencia de otros operadores en el terreno de los medios sociales, Facebook construye su proposición de valor a partir de un conjunto de actos de adhesión emocional. Desde los "me gusta", hasta el "lookback" o esa "película de tu vida" con que Facebook nos obsequia desde hace unos días y que ha sido compartida ya por lo menos 100 millones de veces. En eso se complementa perfectamente con WhasApp, esa criatura que reside en nuestros móviles reclamando casi permanentemente nuestra atención, que le prestamos generosamente y a veces hasta con tintes adictivos, como queda reflejado en este videoblog de tono jocoso.

¿Conclusión? Un montón de preguntas y, subte todo, millones y millones para impulsar la convergencia: contenidos generados por el usuario, comunicaciones de voz, medios sociales, comunicación ubicua, servicios basados en la localización, datos de usuarios... Por supuesto, tras esta adquisición Facebook, la aplicación más presente en los smartphones, es todavía más plataforma, más plataforma móvil.