martes, 3 de septiembre de 2013

Microsoft, Nokia, y las cartas boca arriba

Los más contentos, los accionistas de Nokia que se quitan de encima el negocio de móviles a precio de saldo


La noticia está ahí: Microsoft compra la división de móviles de Nokia por 5.440 millones de euros, con la intención de dotar a su sistema operativo Windows 8 -no sé ya si llamarle Windows Phone 8, o de cualquier otro modo que se le ocurra a la compañía- de un hardware propietario.



Interesantísimo movimiento estratégico, predicho por muchos y por alguno desde el principio: ¿pueden dos cojos andar como un solo hombre? Ambas empresas tienen una cosa en común: han llegado tarde a la revolución de las plataformas móviles, que con su entorno de tiendas de aplicaciones, desarrolladores-productores de contenidos de todo tipo y consumidores ávidos de comunicación ubicua está transformando el paisaje de la cultura y la sociedad del siglo XXI.


En lo demás, cada uno de los contratantes tiene su propia forma de llegar tarde: Microsoft llega tarde casi siempre, pero las toneladas de liquidez de su balance le han permitido hasta ahora aplastar a sus competidores directos, o por lo menos parar el golpe. Tuvieron la arrogancia de despreciar la creación de Internet como red de consumo en los 90, creando su propia red (Microsoft Network, luego originaria de las siglas MSN); posteriormente repararon en parte su arrogancia entrando como hipopótamos en el negocio de los navegadores con un Internet Explorer obligatorio, empotrado en Windows (¿se acuerdan de Netscape, ahora felizmente reconvertido en Firefox?); su falta de empatía hacia lo móvil se relata solo con recordar los años que han tardado en poner en el mercado algo que pudiera remotamente asemejarse a lo que tenían los usuarios de Android o de Apple; al fin y al cabo, su mayor error en el mundo de la informática personal, que no es otro que su negativa a apostar en serio por la interfaz gráfica (pasaron más de diez años desde el primer sistema de Apple hasta Windows 2000, copia mala de todo lo creado en la empresa de la manzana) no fue castigado por los usuarios, que siguieron apegados a sus PC de plataforma Wintel -apodo del mundo Windows/Intel- a pesar de la superioridad tecnológica de Apple. Eran otros tiempos.



La tardanza de Nokia se remonta a finales de la década pasada, cuando nació el iPhone, que en la segunda versión de su sistema operativo -la primera no estaba a la altura de las expectativas de los usuarios- le daba sopas con honda a todo lo que sonara a Nokia: multitarea, interfaz multitáctil, y, sobre todo, un entorno -llamémosle plataforma- atractivo para desarrollar todo tipo de aplicaciones, poner contenidos al alcance los usuarios. Mientras tanto, en Nokia daba la impresión de que observaban la realidad mirándola por encima del hombro -posicionamiento de Google con Android incluído-, sin tener presente que era hora de darse prisa con la actualización de un sistema operativo obsoleto -Symbian-, el establecimiento de relaciones comerciales positivas con los operadores de redes y, sobre todo, que debía comprender que el App Store de Apple y el Android Market de Google habían cambiado las reglas del juego con audiencias y con desarroladores.


Los que sí pueden estar contentos con el resultado son los que hasta ayer eran sufridores accionistas de Nokia: sus acciones han subido un 35% en un día. No está mal. Pero el precio pagado por Microsoft a cambio de Nokia, siendo mucho dinero, es ridículo si lo comparamos con el valor en bolsa, por ejemplo, de Red Eléctrica española. Con esos 5 mil y pico de millones de euros no podríamos comprarnos ni siquiera una décima parte de Inditex, el grupo industrial textil líder dueño de Zara, número uno en capitalización de la bolsa española. Y no nos olvidemos de que Nokia se halla, ni más ni menos que entre las veinte marcas más valiosas del mundo. Otro día hablamos del negocio desde el punto de vista de Microsoft, cuyos accionistas no parecen nada convencidos con el negocio.


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